LA IGLESIA, MI FAMILIA





LA IGLESIA  es la familia de Dios, y cada iglesia local es una familia. De las más de cien veces que el Nuevo Testamento habla de la Iglesia, en la gran mayoría de los casos se refierea la Iglesia local. Un grupo de creyentes en Cristo que, viviendo en cierto lugar y en cierto momento del tiempo, nos vemos, nos hablamos, estamos juntos. Un grupo de personas que el Nuevo Testamento presenta como hermanos, hijos del mismo padre, discípulos del mismo Señor, poseedores del mismo Espíritu, oidores de la misma llamada, partícipes de la misma fe, del mismo bautismo, de la misma esperanza. Un grupo de personas con la misma razón de ser, ahora y para la eternidad.



Somos familia y tenemos que vivir como familia, dándonos cuenta de que es una familia porque nacemos en ella, y no porque sintamos alguna atracción que nos lleve a hacernos parte de ella. Al contrario, nacemos en nuestra familia porque alguien de afuera -nuestros padres- nos imparten su vida, nacemos, y desde ese instante somos, y por toda la vida seremos, miembros de la familia. En cierto sentido, nacer en la familia de Dios es distinto; pero quizás no tanto como a veces pensamos. Es cierto que elegimos ser cristianos, pero hasta ahí no más. No elegimos ser o no ser parte de la familia de Dios.



Habiendo entregado nuestra vida en manos de Dios, automáticamente Dios nos añade a su iglesia, y nos manda que nos identifiquemos con ella en el bautismo. No hay opción. Tampoco hay opción cuanto a quiénes compartirán con nosotros la vida familiar. Algunos nacieron en la familia antes que nosotros y algunos nacerán después, pero no podemos determinar quiénes son ni cómo son. Todos poseemos la misma vida del mismo Padre; y como no rechazamos al Padre, tampoco rechazamos a los otros hijos del Padre, nuestros hermanos. La unión de la familia está basada en el amor del Padre por todos sus hijos, y los hijos debemos sentir ese mismo amor y reflejarlo en nuestra relación los unos con los otros.



Recordemos que no estamos hablando solamente de la iglesia universal, sino también de cada iglesia local. Aquí tampoco elegimos a nuestros hermanos, y los hermanos con quienes vivimos y trabajamos no son teóricos ni hipotéticos. Son de carne y hueso, con cuerpos y mentes y emociones. Como en toda familia, cada uno es distinto, con su propia personalidad, lo fuerte y lo débil, lo que alegra y lo que entristece, lo que anima y lo que molesta. Y sin embargo, cada uno aporta algo que falta a los demás. Somos distintos en edad, en sexo, en temperamento, en capacidades físicas, mentales, culturales y sociales. Y esas diferencias son para bien. La Iglesia es como toda creación de Dios: una infinita diversidad que crea una perfecta unidad. Hay muchas ramas, pero la raíz es una sola: la misma vida, recibida del mismo Padre. Esto, ni más ni menos, es lo que significa ser familia.



Esta vida me llena del amor de Dios, amor hacia él y hacia toda la familia. Todos por igual somos parte del cuerpo del Señor Jesucristo, "de su carne y de sus huesos". Amo a mi hermano porque es mi hermano: esto es ser familia.



Dios nos creó para que dependieramos de él, y para que dependieramos los unos de los otros. Esta es la esencia de nuestra relación con Dios y de la relación entre nosotros. Rechazar estas dependencias es la esencia del pecado. Amar y servir a Dios no se puede separar de amar y servir a mi hermano. La tragedia del no cristiano es que no puede vivir con Dios ni sin Dios, con su prójimo y ni sin su prójimo. La gloriosa libertad que tenemos en Cristo nos capacita para vivir con Dios y con todos los que, como nosotros, han nacido en la familia por fe en el unigénito Hijo de Dios.



Amo a mis hermanos. Los respeto, los sirvo, me someto a ellos y me sacrifico por ellos. Me siento unido a ellos y comunicado con ellos. Nos animamos, nos consolamos y nos perdonamos. Y así vivimos en familia. Cada uno ocupado en el servicio que puede desempeñar para el bien de los otros, cada uno recibiendo lo que necesita de los otros, todos trabajando bajo el mismo Padre y dirigidos por los "padres" dados por Dios, los ancianos de la Iglesia, en quienes tenemos que ver reflejados el amor, la autoridad y el ejemplo de nuestro Señor.



Tengo que aprender cuán necesario soy para mi hermano y mi hermano para mí. Si él desapareciera mañana, ¿lo sentiría yo? Si yo desapareciera mañana, ¿lo sentiría él? Todo lo que es y hace un miembro de la familia afecta e involucra a toda la familia. Y esto también es lo que significa ser familia. Los de afuera lo ven y lo comprenden así a veces para vergüenza nuestra. Si aprendemos cada día más de lo que significa ser familia no tendremos de que avergonzarnos, y será glorificado nuestro Padre que está en los cielos.



El organizarnos como familia no nos hace familia. El desarrollar muchas actividades no nos hace familia. Ya somos familia por nacimiento. Y juntándonos como familia, aprendemos a sentirnos familia. Juntándonos como familia, nos organizamos para poder cumplir nuestras obligaciones como familia. Juntándonos como familia, trabajamos activamente para nuestro bien y para el bien de todos aquellos a quienes podamos ayudar.



Por DAVID SOMMERVILLE










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